Nada nuevo bajo el sol.
La única diferencia con las miles de historias de amor que cada día se levantan como una cabaña sólida o que se deshacen como un edificio agrietado por el tiempo es que esta la hemos vivido en directo.
El lenguaje, sin embargo, la literatura, es lo que convierte en diversos los finales.
También este, tan francés.En el M sufrió «un coup de blues», que es una manera delicadísima de decir que vivía en el fondo de la depresión y, luego, trató de salirse «le plus dignement possible», que debe ser el más difícil de los finales: mantener la dignidad, aunque ni eso pudiera.
Poco antes de conocerse el asunto de D (quizá el ya lo intuía) M escribió un artículo que fué un ordago en toda regla.
Sí alguien quiere puede leer "Viviendo", una entrada de diciembre.
El amor, hasta acuando va bien es una guerra, y como en cualquier guerra uno debe saber con que armas cuenta antes de atacar, sino el desenlace puede ser de lo más creul y debastador.
Como en una novela de Proust que se llama L'indifférent y en la que una mujer atractiva no entiende por qué el joven Lepré, ausente, no se enamora de ella, pero con los géneros intercambiados en este caso. Ni la quiere ni la odia. Solamente vive al margen de sus requerimientos. La ignorancia.
Para M fué el veneno más mortífero.
El maestro ya lo había advertido.
El amor, hasta acuando va bien es una guerra, y como en cualquier guerra uno debe saber con que armas cuenta antes de atacar, sino el desenlace puede ser de lo más creul y debastador.
Como en una novela de Proust que se llama L'indifférent y en la que una mujer atractiva no entiende por qué el joven Lepré, ausente, no se enamora de ella, pero con los géneros intercambiados en este caso. Ni la quiere ni la odia. Solamente vive al margen de sus requerimientos. La ignorancia.
Para M fué el veneno más mortífero.
El maestro ya lo había advertido.
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